Una mamá me escribió la semana pasada con esta duda:
“Hola. Hoy viví una situación que me generó dudas. Se trata de cuando dos mayores están hablando, en mi caso fue yo escuchando a mi suegra, contando una historia larguísima y hablando sin parar, mientras que mi hija de 28 meses llamaba la atención, gritaba y me hablaba sin parar también, mi suegra diciéndole “cállate un poquito” a mi hija, yo enloquecida sin poder escuchar a ninguna de las dos, quería que las dos pararan de hablar, la situación me desbordó, por ser educada con mi suegra y mi hija queda como la “insoportable”.Mi hija lo suele hacer cuando hablo con otras personas, me podrías aconsejar para enseñarle a que no lo haga.Muchísimas gracias por todo lo que me ayudas siempre”
Está situación es muy común, creo que a todos nos ha sucedido en varias oportunidades. En este ejemplo en particular, me gustaría ahondar en cuatro aspectos a considerar:
- Edad y necesidades de la criatura: Cuando una bebé o un niño pequeño necesita algo de sus figuras de apego no tiene ni la madurez ni el desarrollo cerebral para poder esperar y entender los tiempos adultos. Como les explico en mi libro “La Crianza Rebelde”,
- los preescolares solo viven en el presente y no pueden comprender el significado de “esperar 10 minutos”.Por otra parte, las necesidades no son solamente las básicas (comer, dormir, cambiar pañal), sino que muchas veces entran en juego la necesidades de contención y atención. A medida que los niños van creciendo, desarrollan habilidades que les permiten tolerar la frustración, poder esperar una gratificación, a la vez que desarrollan el lenguaje y pueden comunicarse mejor. Asimismo, ya empiezan a jugar más por si solos o con pares lo que nos va a permitir poder entablar charlas más largas o poder pedirles que esperen un momento (a no ser que sea una necesidad urgente). Pero esto se va dando gradualmente y no antes de los 4 años (esto está muy detallado en mi libro). Entonces, mientras el niño va creciendo cada vez podemos pedirle que espere un poquito más, pero cuando son muy chiquitos los que tenemos que esperar más somos los adultos. Si es algo muy importante o muy interesante lo que estamos dialogando, podemos delegar la necesidad al otro progenitor la necesidad del niño (papá también puede dar comida y soplar un moco), pero cuando estamos solas/os no queda más que atender.

- Necesidades de la madre o padre: La mamá del caso tiene un peque de 2 años y unos meses, está muy chiquito aun para entender que esa charla que para él, desde su mirada infantil, es eterna aun no termina. En este caso aplicaría hacer esperar a la suegra. Pero también sucede que cuando criamos de manera respetuosa y niñocéntrica, muchas veces nos pasamos al permisivismo y terminamos por vulnerar nuestras propias necesidades y no solo hablo de básicas como ir al baño cuando la naturaleza llama, también las sociales y las que tiene que ver con nuestro propósito de vida y desarrollo. Es sabido que uno de los aspectos principales que determinan nuestra felicidad (bienestar) es el de las relaciones sociales. Se ha comprobado que las madres que se quedan en casa y trabajan dentro de casa, sufren mayores niveles de estrés que las que trabajan fuera y esto se relaciona con la falta de actividad social con pares con los que puedan relacionarse desde su “yo mujer” y no continuamente desde su “yo mama”, el aislamiento nos juega en contra. Por otra parte, cuando estamos continuamente interrumpidos esto puede también afectar la relación de pareja por eso es que de manera gradual y acorde a la edad de las criaturas debemos y marcado un límite personal y familiar que nos permita poder relacionarnos con otros sin constantes interrupciones. Entonces, si nuestro peque tiene más de 4 años, debemos de poner un límite cuando la necesidad no sea urgente si notamos que necesitamos terminar determinada charla con alguien. Un ejemplo sería que estás hablando con una amiga que te está contando algo muy íntimo y tus hijos que comieron hace un rato te piden una fruta en ese mismo momento. Eso no es urgente, puede esperar. Entonces le decimos: “Estoy hablando con Clara y es importante para mi, en cuanto termino te la doy”, o directamente decirles “Están arriba de la mesa, coge una”. De esta forma los ayudamos a desarrollar tolerancia y a comprender que mama y papa son humanos y también tiene necesidades y de paso vamos fomentando que solitos satisfagan necesidades primarias. Si el pedido de tus peques se va de las manos y al final debes parar la conversación es muy importante hablar de lo que sucedió cuando las aguas se calmen. Esto por supuesto con un peque de 2 o 3 años no es posible al mismo nivel que sería con uno de 5 o 6. Paciencia. De esto también hablo en mi libro
- Complacer al otro: A quienes nos movemos en un ambiente respetuoso no nos llama la atención ni nos afecta cuando una madre o padre nos para un minuto y nos dice “perdona, es que Juana necesita que la atienda”. Es lo más normal del mundo y ya hasta estamos acostumbrados por demás a hilar conversaciones con interrupciones que siguen hasta por días. Pero cuando el otro es una persona más tradicional o que no entiende de crianza respetuosa, ve nuestra atención a la criatura como un desprecio hacia su persona o como una forma de “malcriar”. Ahí cabe preguntarse: ¿es nuestro trabajo que el otro no se tome las cosas de manera personal? ¿Desde que lugar me afecta que la otra persona sienta que soy una “mala mamá” o un “mal papá” si interrumpo?. Generalmente desde nuestra necesidad de ser aceptados, de cumplir con las normas sociales que nos inculcaron desde criaturas, y hasta quizás tenga que ver con un apego inseguro que nos hace necesitar de constante aprobación. Pues mi consejo es: Identificar desde dónde nace tu incomodidad, dale forma, checa si es algo tuyo o algo impuesto y por en la balanza: ¿que es más importante, lo que una persona ajena piense de mi maternidad o atender a mi cría? La respuesta cae por sí sola.
- La crianza es nuestra: Cuando otra persona mientras conversamos, ya sea abuelo, tío, primo o amiga le da órdenes a nuestros hijos o los etiqueta “callate un poquito, portate bien”, no deberíamos dejar pasar el comentario, pero en lugar de contradecir al otro o confrontar (está en su propio camino y nivel de consciencia) rectificamos desde el YO. Por ejemplo ante este comentario podemos decir “Está bien amor, veo que necesitas pedirme algo, puedes hacerlo, no eres malo”. Este tipo de acciones tienen más efecto en el otro que la confrontación.
Si en determinada situación en la que estás hablando con alguien tu peque está “mama, mama” todo el tiempo o te tira de tu ropa y tu solo contestas “ahora voy, esperate, callate un poquito” probablemente el peque siga insistiendo y tu termines escuchando al otro a medias y hasta te cabrees. Es mucho más orgánico y nos ahorrará muchas amarguras detenernos ese momento ni bien empiezan a interrumpir y simplemente preguntar: ¿QUÉ NECESITAS? Muchas veces lo único que quieren es que los carguemos mientras hablamos, o decirnos algo y luego se van. Muchas veces solo necesitan ser reconocidos y cuando lo consiguen siguen con sus cosas. Recuerda: tú eres el adulto.
Ana Acosta Rodriguez, articulo registrado
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Mis libros y terapia:
“La Crianza Rebelde”, primer libro en habla hispana en presentar un modelo de disciplina respetuosa basado en mindfulnessBest Seller en Méxio, LATAM y España.
Best Seller sobre Maternidad y Crianza desde una mirada feminista “La metamorfosis de una madre”
Cuento de destete nocturno respetuoso “Duermente Tetita”
Cuento sobre al amor incondicional “Siembre te voy a amar”
Terapia personal y de pareja y asesoría en crianza basada en midnfulness